Tuesday, July 31, 2012

Renán II

Se puede tener una Filosofía, como se tiene un Yate; para hacer exploraciones
por el mar de lo Desconocido;
y, como toda Filosofía, es personal, toda Verdad, lo resulta también, por haberla
visto a través de nuestra Filosofía, es decir, de nuestro temperamento;
es bello, navegar como Renán, en los mares de los sistemas filosóficos, esquivando
el único escollo que puede romper su nave: la Lógica;
no es un nauta, es un Artista, encantado del matiz de las olas, más que de su profundidad;
frente al tenebroso oleaje del Pensamiento, aquel amador de matices en la Verdad,
no sabía buscar sino eso: el Matiz;
no se hundió jamás en la Afirmación, porque sabía, que allí no había matices, sino un
negro uniforme, de una negrura aterradora; y eso repugnaba a sus pupilas, enamoradas
del cambiante matiz paradojal;
¿ creía él en lo divino ?
¿ tenía una filosofía ?
¿ fué deísta? le sobraba sed de indagación para ello;
¿ ateo ? le faltó valor;
¿ agnóstico? le faltó el desdén;
¿ epicúreo ? tal vez sí, por aquello de que:

(Dios es la categoría del Ideal);
¿ pesimista ? era demasiado amable, para tanta tiniebla;
buscó siempre la Verdad, tal vez sin creer en ella;
no profesó ningún sistema, y, no fue adversario encarnizado de ninguno;
no gastó su dialéctica, en atacar, ni en defender doctrinas; se conformó con exponerlas;
fué un explorador;
fué, el ecléctico; la mente abierta a todas las ideas, como el cielo por donde pasan todas
las nubes y no se fija ninguna;
respetó, la más alevosa de todas las pasiones: la Tolerancia;
nada más lejos del digmatismo que él;
no enseñaba, insinuaba;
amaba el Mito convencional, llamado la Moral, no porque le pareciese útil, sino
porque le parecía bello;
lo bello, y, el bien, le parecían una sola palabra, y no acertó nunca a separarlas;
por ahí, colinda con Ruskin, en ese mismo absurdo sueño, de hacer de la Ética,
una rama de la Estética, y de abonar con el estiércol cristiano,

el árbol de una vaga religión, que uno y otro no acertaron jamás a de finir;
la Ética, con la Estética, se sienten, no se aprenden;
la Filosofía, no es sino el charlatanismo del Espíritu; y, la Moral, no es sino
la Hipocresía del corazón;
¿ cómo queréis hacer entrar esas deformidades, en el mundo de la Serenidad,
donde impera la Belleza ?
¿ que no hay bello, sino lo verdadero ?
¡ manes de Gœthe !
y, ¿ qué cosa es la Vedad ?
¿ no sería mejor decir que no hay verdadero sino lo bello ?
y, ¿ qué es la Belleza ?
¿ la sentís ? eso basta;
las cosas de esencia superior no se definen;
la Verdad, cono la Belleza se llevan en Sí;
nada, ni nadie puede dárnoslas;
ellas, reinan en átomos, sobre nuestro corazón, y lo dominan;
la Verdad, de cada uno, es la sola Verdad; y la Belleza que está
en nuestro espíritu, es toda la Belleza;
y, el Mundo, no es a nuestro ojos, sino un reflejo de ambas;

¿ cómo puede un hombre, haber perdido la Fe, y ser, sin embargo,
gobernado por ella ?
ese es el extraño caso de Renán;
una oveja que muerto su pastor, sigue en el llano las huellas de su fantasma;
y llena el atardecer con sus balidos;
yo no sé, si como quiere hacerlo creer, Edmond de Goncourt, con su « Diario »,
Renán fue un hombre desprovisto de la virtud pecórica del patriotismo; esa virtud
sacramental y ornamental, tan querida a las almas del montón;
no creó la suya, bastante fuerte para prescindir de esa virtud, aunque debía sentirla,
sin las violencias vulgares, con que la externan los mediocres;
era un hombre, de demasiado buen gusto, de mucha delicadeza de ánimo, para mostrala
en esa epilepsia disgustante, que los profesionales del patriotismo decorativo y teatral,
suelen desplegar, en sus comedias, más carente de desinterés, que de interés;
no creo que el Minotauro de la Patria, devorara nada, a aquel Egoísta plácido,
que todo lo que pudo arrojarle, fue su sotana hecha jirones, y, la gloria de su nombre,
que puso como una corona de estrellas, sobre la frente del cornúpeto, ebrio de sangre;
Renán, era el más bello espíritu de su tiempo, para entretenerse en disecar héroes,
como aquel garçon boucher, de la Historia, que fué Hipólito Taine, pero no pudo
librarse de la tara morbosa del sentimentalismo, al juzgar esa Epopeya de Titanes,
que fue la Revolución Francesa;
un hombre, de tal refinamiento intelectual, no podía amar la Democracia, ese reinado
obscuro de la Incompresión asoladora, de la Envidia vencedora, y del Odio ciego
a toda superioridad;
un Genio verdadero, no puede ser demócrata, sino por espíritu de Sacrificio; y en
Renán, la virtud del Sacrificio, no pasó nunca de sus labios, como el rayo espiritual
de su sonrisa;
Renán reaccionario, hace reir;
el prusianismo álgido de Hegel, traducido al francés fué su Evangelio;
más allá de los mares, hacia el trópico, la generalidad de las gentes, no conoce
sino al Renán de la « Vida de Jesús » estigmatizado por los curas; y eso hace
que lo crean un espíritu liberal, al cual la Libertad, debiera algo;
sus herejías contra la Iglesia, han hecho olvidar sus herejías contra la Libertad;

¿ saben ellos por ventura, el Ideal Político de Renán ?
oídlo;
odio a la República, y necesidad de su inmediata destrucción;
restauración de los Borbones, proscriptos según él, por Ingratitud;
establecimiento de una monarquía militar, del tipo mobiliario de las antiguas
rehenanas;
supresión absoluta del sufragio Popular, fuente de todos los males;
alianza con la Iglesia, para entregarle la instrucción primaria, supliendo en el
corazón del pueblo, por el espíritu religioso, el peligroso amor de la Libertad;
hacer una casta intelectual;
la Ignorancia, para los de abajo; la Instrucción para los de arriba;
un pueblo de soldados estúpidos, gobernados por una casta de oficiales,
nobles y letrados;
y, por sobre todo eso, un César Sabio, sonriendo al pueblo esclavizado;
sueño de un Brahamjín opiatizado, ante la sombra de un elefante conquistador,
que viene de muy lejos, lleno de los prestigios de la Fábula;
es verdad, que luego, de sus « Diálogos » ensayó volver la cara al porvenir; pero,
la sonrisa de desden, con que habló entonces de la República, fué como un monje
sibarita, soñando con una Corte de Sofistas, y de genízaros;
en ninguna parte, en libro algotro, la Democracia ha sido más insultada,

que en« Calibán »;
y, ¿ cómo negar, que en ninguno ha sido mejor pintado que allí ?
lentamente, muy cautamente, Renán quiso aproximarse luego a la República, y,
ese solo gesto, bastó para que ésta lo cubriera, con todo el oropel de sus honores;
¿ hubo declinación de intelecto, cuando Renán, el antiguo enemigo del Sufragio
Popular, fué a solicitar el voto nauseabundo de los comicios, para obtener una
curul de senador ?
la Democracia, se vengó, no dándosela;
y, ese homenaje, hecho, a su superioridad, entristeció sus viejos años;
derrotado en una arena, se refugió en el quietismo político y literario,
haciéndose el cenobita de la exquisita gracia, y del ático decir;
en ese crepúsculo luminoso, el Exégeta, tomó toda su altura, y toda su amplitud;
vago e infecundo en filosofía, reaccionario y voltario en política, sentimental
y arcaico en cosas de la Historia Contemporánea, su personalidad, es frágil
a  esos respectos; y lo que vivirá siempre para asombro de los pósteres,
en su ciencia de historiógrafo orientalista, y su estilo maravilloso, tal vez,
el más bello, que haya habido en los últimos siglos de la literatura francesa;
estilo de extrañas suntuosidades y reflejos, que se pliegan como un peplum
de luz, sobre las bellezas que describe;
la atmósfera del pasado, que es por su naturaleza, una atmósfera de hipogeo,
adquiere bajo su pluma, rarificaciones milagrosas, y se hace respirable, como
el perfume de un bosque de laureles;
es un gran Evocador, este benedíctino sin lascivas, cuyo estilo es, sin embargo,
un largo estremecimiento de voluptuosidad;
la exactitud de sus paisajes bíblicos, no quita nada a la sentimentalidad piadosa,
con que suele adornarlos; el candor siempre infantil, de las almas creyentes;
las sombras augustas, atraviesan por ellos, acompañadas de una bella música,
como de olas serenas, que viniesen, del mar placido y lejano de la Muerte;
es la música de aquel estilo, lleno de una extraña poesía fatalista, y del
perfume exótico de los jardines de Betania; música que hace amable hasta
el rumor dionisíaco de los pueblos guerreros, que atraviesan la escena, con
la marcha acompañada de un gran Poema lírico;
historiógrafo tierno, y sin patetismo, sus narraciones, tienen a veces,
los perfiles inocentes de un bello cuento;
gravedades de abuela, y ternuras de aya, tiemblan en su voz, que se hace en
ocasiones, tan dulcemente monótona, que levantamos los ojos, temerosos de
sorprender al Evocador, inmóvil, como un viejo dios dormido; inquietante
en su placidez de estatua hindú;
el clasicismo, es una cristalización, de tendencia romántica, y tal vez por eso,
era caro a Renán;
su elegante sobriedad, llena de sortilegios encantadores, vagaba cerca a las playas;
playas arcaicas, pero, sin tocarlas nunca; encantado, y no vencido, por el canto de
las sirenas;
su estilo, no cayó nunca en la suntuosa petrificación de los clásicos, y no fabricó
como ellos, esas joyas matizadas de viejas pedrerías, arrancadas a los brazos de
una dialéctica muerta;
no fué, como otros, el prisionero de su propia perfección; y, su prosa de
espejismos orientales, se conservó ajena a toda estatificación;
de ahí que, en él, si el Filósofo, fué mediocre; el Pensador onduloso y
desconcertante; el Político, vago, retrospectivo y voluble, el Escritor, fué desde
el primer momento, la más alta culminación de su época;
y, sin todas las otras formas de su pensamiento, han de morir rotas, a causa de
su fragilidad, o arrastradas por el tiempo, heridas de inflexible senilidad; su estilo,
ese estilo, iridiscente, hecho todo de matices y de reflejos; su prosa, esa prosa,
tersa y diáfana, llena de la más deslumbradora belleza; esos no morirán,
mientras la lengua francesa, tenga cultivadores, y llene el Mundo, con el rumor
de su elegante eufonía.




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