Tuesday, August 14, 2012

Stendhal

          Libros de Amor


  Se dice generalmente, de Stendhal, que no sólo no era Poeta, sino que era antipoético;
y, sin embargo, ese hombre, amaba, por sobre todas las otras horas del día, aquellas del
angelus; esa hora delicuescente y crepuscular, llena de una vaga y dulce tristeza,
que en los cielos y en la tierra, se unen en un solo beso, de angustia, como para llorar la
muerte del Sol;
¿cómo negarle una alma de poeta, a él, que amaba la música de Cimarosa, y los
cuadros de Correggio, con una pasión tan grande, como la que ponía en amar a
sus queridas; y, se deleitaba en ellos, con toda la voluptuosidad de su sibaritismo?
no creáis en el cinismo de Stendhal: es el gesto de su sensibilidad desencantada;
lo que os arroja al rostro, como un perfume obsceno, son las cenizas de sus más
bellos sueños realizados;
en aquel Silencio conquistador, más que el alma de Werther, está en él, pero para
ocultarlo, hará el   Mefistófeles convencional, forzando al Escepticismo, a hacer
guardia a su Dolor;
Stendhal, como todos los grandes escritores, reprodujo, aun sin quererlo, su propia
imagen, en el fondo de sus libros;
la cabeza cortada de Julián Sorel, tal vez le hacía sentir frío de la guillotina, sobre
su cuello de Fauno, tan así, debió ver en ella su propio rostro, como en el fondo
de una alucinación;

¿fué un filósofo, aquel diletante avaro de expresión, y tenazmente triste, en el fondo
de su Amor inagotable?
¿es el beylismo, una doctrina?
tal vez, si así pudiera llamarse, un credo personal, extraído de lo más hondo de un
temperamento;
y, me auto-cito;
yo dije en alguna parte, que no hay sistemas filosóficos, sino el sistema nervioso
de cada filósofo, es decir: su propio temperamento;
y, eso es, la filosofía de Stendhal;
un hombre como él, eminentemente carnal y lascivo, ¿qué podía ser sino un
filósofo epicúreo?; su epicureismo, fué refinado, exquisito y triste, ennoblecido
por una melancolía elegante, que le venía de su lado de artista, tan a menudo desco-
nocido, y al cual debemos las más bellas paginas sobre Arte italiano, a las cuales,
después, Taine, puso música, con la impudicia habitual a los imitadores;
el escepticismo de Hobbes, toma en Stendhal, las proporciones de una doctrina,
pero no logra dominarlo, como no domina ningún imperativo categórico, en la aridez
de su obra, donde las más bellas rosas de Arte, y de dialéctica, se abren raramente,
como para embellecer su soledad;
« la caza a la Ventura » , tal fué sin duda.
la divisa de su Genio, y de su Vida;
y, fracasó en su empeño, como todos los cazadores de esa mariposa de luz,
que huyendo siempre ante nosotros, corre al fin a refugiarse en las estrellas;
el analitismo, en Stendhal, era una manía, de la cual se propuso hacer un sistema;
cándido, como todos los enamorados profesionales, se empeñó siempre, en hallar
una alma, en las mujeres que amaba, y desilusionado en su empeño, cambió su
campo de observación y miró tenazmente en el corazón turbado de los hombres;
sicólogo, por profesión y por aburrimiento, fué una especie de Alcibiades, sin belleza,
venido al mundo para fundar el más deplorable de los snobismos: el de la Sabiduría;
su ateismo en frac, es seductor, como todos los gestos de su diletantismo de salón;
muy culto, acompaña a Dios hasta la puerta, y lo expulsa, renunciando al bárbaro
placer de hacerlo expulsar por sus lacayos;

¿por qué expulsa a Dios?
porque él, es malo;
« uo IL n existe pas, ou IL est mé chant »
y, con ese dilema, azota la sombra de Dios, en las espaldas;
su obra fragmentaria, inorgánica, es por su carencia de cohesión, y aun de
trascendencia, la biblia del Dilectantismo Filosófico, y Social, escrita por
un diletante de genio, para aquellos que lo tienen;
su snobismo hermético, le da el misterio y la majestad de un dios indio,
en su Pagoda, y en efecto, es eso: el dios de los snobs;
pero, en puridad de la Verdad, lo que Stendhal será para siempre, es: el Evangelista
del Amor;
él, no vivió sino en esa pasión; de esa pasión; y para esa pasión;
y, se absorbió en su culto, como un faquir;
como aquellos, mirando su propio ombligo, él consumió su vida, en mirar su bajo
vientre, empeñándose en tomar por movimientos de su corazón, los diarios ímpetus
de su sexualidad;
yo, no critico, y, antes aplaudo, ese culto de su sensualidad, que hace radicar el Amor,
en la única parte, que el Amor existe;
y, amo mucho, la voluptuosa actitud, de ese Sileno semidesnudo, ocupado en leer a un
coro de mujeres, frágiles y tentadoras, un diálogo de Platón, comentado por Bocaccio;
ese filósofo, digno del Decamerón, me es muy grato, porque me enseña a despreciar
mucho, todas las filosofías;
 él, escribió el « Amor » , y lo vivió;
hizo de ese libro, como una cristalización de su vida;
pero, ¿cómo un hombre de genio, que así amaba el Amor, no había de amar también
el Arte?
y, él, lo amó con una pasión cándida y triste, y, lo cantó sin adornos, en su prosa
escueta, rígida como un teorema;
como los grandes espíritus, él, no cortejó la canallada triunfadora de su tiempo;
se hizo a un lado, para dejar pasar, los mediocres, ébrios de sus fáciles victorias,
corriendo a ser coronados en el Capitolio del Suceso, antes de ser precipitados
por la roca Tarpeya del Olvido;
no los envidió;
escribió para los pocos, y para los mejores;
presintió su triunfo lejano, y profetizó el medio siglo de eclipse que había de envolver
su Gloria;
como Esquilo, que habiendo dedicado su obra al Tiempo, el Tiempo, dió cuenta del
Olvido, y lo vengó; él dedicó la suya, a los menos, y a los mejores, to the happy few:
a la Elite;
 y la Elite, lo ha vengado;
yace en un Cementerio de París, al cual no amaba, con esta inscripción italiana: « Qui
giace Arrigo Beyle; Milanese»
Milán era su patria de adopción:

¡gran Hombre aquel, que tuvo el valor de escupir desde su tumba, al rostro de su patria,
su desprecio;
gran país aquel que ha perdonado al Genio su desprecio, ya que sus contemporáneos,
no le perdonaron su Genio;
los que han de hacer justicia al Genio, no han nacido cuando la justicia clava al Genio
en una cruz.
 

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